Physical Violence in Cuba Announces Itself with Words (Spanish Text)

by    /  May 26, 2014  / No comments

Fidel Castro 1959

Fidel Castro and the Revolutionary army parade through Santa Clara streets, 1959. Photo: Burt Glinn via Flickr.

Una avalancha de violencia mediática en Cuba implica luego otra avalancha física. La letra del régimen, en sus órganos de prensa que son fieras de presa, es el mal augurio de una oleada de represión. El castrismo jamás hace nada por gusto. Son eficaces exclusivamente para la maldad.

  1. ¿Vale la pena enfocarse en las imágenes y palabras escapadas de la última utopía viviente en la Tierra? ¿Es la Cuba de hoy un país contemporáneo u otro idilio idiotlógico en el desierto ladinoamericano? ¿Nostalgia post-Guerra Fría con culpa o complicidad del Primer Mundo? ¿Cabe confiar que una Rewwwolución en Red removerá al régimen retrovolucionario de 1959? Aspiro a provocar más dudas que certezas. Leer o no leer: he aquí la cuestión.
  2. Orlando Luis Pardo Lazo nació en La Habana de 1971, donde aún reside y resiste. Como bloguero independiente, es escritor y fotógrafo. Su más reciente libro de ficción se llama BORING HOME (Garamond, 2009). Desde 2010 es el editor el e-zine literario y de opinión VOCES.

En Cuba se ha comenzado a elucubrar oficialmente una nueva ecuación “conspiranoica”. Sus variables son viejas: Washington DC, fondos internacionales para el fomento de la democracia, presuntos terroristas que viajan de Miami a La Habana para derrocar la Revolución (y sólo son descubiertos en el último instante), una disidencia pacífica que emplea medios alternativos de comunicación y va y vuelve de Washington DC. Ciclo cerrado, claustrofobia criminal.

No es la primera vez. Pasó antes de la Primavera Negra del 2003 (en el contexto “conveniente” de la intervención internacional contra la dictadura iraquí), cuando los espías de la Seguridad del Estado, infiltrados en la disidencia cubana, convocaron eventos que involucraban a diplomáticos norteamericanos en La Habana, para después usar dichos eventos como evidencia de un crimen que nunca existió, pero que igual se convirtió en 75 sentencias de hasta 28 años a periodistas independientes y a casi todos los líderes del Proyecto Varela, excepto a su fundador, Oswaldo Payá (sospechoso así de “ser parte del aparato”, según el malintencionado rumor).

Se estigmatizó entonces a todos los líderes opositores cubanos. Se les chantajeó con cuestiones de familia. Se les coaccionó con secretos hasta de su intimidad sexual. Un asco. Siento pena por la memoria de aquella época que tendrán los cubanos del porvenir. De esta época. Aunque es un honor también. Pues casi ninguno de los acusados cedió ante la presión despótica de un poder omnímodo que nunca ha sido electo por el pueblo cubano.

Se acusó entonces a la oposición, con pruebas “traídas por los pelos” (más unos cuantos cheques legales de derecho de autor), de recibir miles de dólares del extranjero, pero no se mencionó que a la mayoría de ellos el Estado los había desempleado de por vida. En el caso de Oswaldo Payá, hasta se espió a su familia en Varadero, para demostrar que gozaba de una “fortuna” mientras sus colegas estaban presos y prácticamente incomunicados. A muchos cubanos, dentro y fuera de Cuba, les convino enseguida creer en tales patrañas patrioteras: así justificaban su propio pánico político y su insolidaridad insultante.

Hoy, en Cuba, esa misma gerontocracia sigue dispuesta a no dejar testigos cuando colapse el totalitarismo e irrumpa la estampida final. Ojalá no abandonemos ahora a los activistas sociales de la Isla en sus trincheras pacíficas de ideas. Ojalá los cubanos no miremos hacia cualquier otra parte, jugando otra vez el rol reaccionario de creer en las versiones inverosímiles de la Revolución.
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