Free Enterprise Without Freedom (Spanish Text)

by    /  February 17, 2014  / No comments

Alfonso Fanjul

Alfonso Fanjul (derecha). Foto: Palm Beach Centennial via Flickr.

El magnate exiliado cubano Alfonso Fanjul ha viajado a Cuba un par de veces en 2012 y 2013. Recientemente él declaró que tiene un “punto débil en el corazón” y una “mente abierta” para, dadas las “circunstancias correctas”, de “forma legal” y en un “marco apropiado”, invertir su fortuna en la Isla.

  1. ¿Vale la pena enfocarse en las imágenes y palabras escapadas de la última utopía viviente en la Tierra? ¿Es la Cuba de hoy un país contemporáneo u otro idilio idiotlógico en el desierto ladinoamericano? ¿Nostalgia post-Guerra Fría con culpa o complicidad del Primer Mundo? ¿Cabe confiar que una Rewwwolución en Red removerá al régimen retrovolucionario de 1959? Aspiro a provocar más dudas que certezas. Leer o no leer: he aquí la cuestión.
  2. Orlando Luis Pardo Lazo nació en La Habana de 1971, donde aún reside y resiste. Como bloguero independiente, es escritor y fotógrafo. Su más reciente libro de ficción se llama BORING HOME (Garamond, 2009). Desde 2010 es el editor el e-zine literario y de opinión VOCES.

Es sólo un ejemplo, pero no el único entre los millonarios del exilio cubano, así que el escándalo mediático no se hizo esperar, incluso en la alta política norteamericana. El senador republicano de la Florida Marco Rubio dijo estar sorprendido y defraudado con el cambio de perspectivas de Fanjul, quien durante décadas apoyó muchas iniciativas frontalmente anti-castristas.

La pregunta clave es: ¿las violaciones de derechos humanos en Cuba preocupan en lo más mínimo a los intereses económicos que se ciernen hoy sobre la Isla, sean de extranjeros o de cubanos exiliados? (Porque, para empezar, a los cubanos de la Isla el gobierno de La Habana les prohíbe invertir en su propio país.)

Hay quienes buscan invertir primero en la dictadura con la idea de irla democratizando después. Apuestan por el modelo chino de las reformas de Raúl Castro, supuestamente para evitar que tendencias más radicales nos conviertan en una Norcorea caribeña. Pero esto es un falso diferendo, en mi opinión, para no tener que hablar de ganancias y pactos políticos entre los poderosos del ex-castrismo y el ex-anticastrismo. En la práctica, Cuba ya tiene tanto de la voracidad de mercados de Beijing como del despotismo criminal de Pyongyang.

Lo sorprendente es que los empresarios internacionales se empeñen en desconocer que en Cuba sus inversiones serán muy inseguras. No pocos han terminado acusados de corrupción y se les decomisaron todos los bienes. En el mejor de los casos, los deportan a su país de origen sin derecho a indemnización. En los peores, han terminado en prisión.

Es conocida la frase de John Stuart Mill: “la libertad propia acaba allí donde comienza la libertad de los demás”. En el caso de los negocios extranjeros con el castrismo, bien podría rescribirse esa sentencia como: “la libertad propia acaba allí donde acaban con la libertad de los demás”. La decencia es la base de cualquier ley o reforma legal. Acumular ganancias sobre la humillación de los demás es una fórmula feudal. ¿Así será el capitalismo post-revolucionario cubano?

El negocio de Cuba ahora —contrario a lo que el Presidente Calvin Coolidge (1923-1929) pedía para los Estados Unidos— no son los negocios, sino vivir por fin en una sociedad libre donde los negocios no sean una concesión del Estado, sino un derecho de todos los ciudadanos, dentro y fuera de nuestra Isla.

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