Cremata y el Crematorio Castrista

by    /  November 10, 2015  / 1 Comment

Poster from the play "El Rey Se Muere." Image via Youtube user: Silva Produccion.

Poster from the play “El Rey Se Muere.” Image via Youtube user: Silva Produccion.

A mediados de este año, en La Habana, el Consejo Nacional de las Artes Escénicas cometió su enésima censura contra el teatro cubano. En esta ocasión, contra un artista que hasta ahora había sido bendecido por el aplauso —y el presupuesto— oficial: el director de cine y teatro Juan Carlos Cremata.

  1. ¿Vale la pena enfocarse en las imágenes y palabras escapadas de la última utopía viviente en la Tierra? ¿Es la Cuba de hoy un país contemporáneo u otro idilio idiotlógico en el desierto ladinoamericano? ¿Nostalgia post-Guerra Fría con culpa o complicidad del Primer Mundo? ¿Cabe confiar que una Rewwwolución en Red removerá al régimen retrovolucionario de 1959? Aspiro a provocar más dudas que certezas. Leer o no leer: he aquí la cuestión.
  2. Orlando Luis Pardo Lazo nació en La Habana de 1971, donde aún reside y resiste. Como bloguero independiente, es escritor y fotógrafo. Su más reciente libro de ficción se llama BORING HOME (Garamond, 2009). Desde 2010 es el editor el e-zine literario y de opinión VOCES.

Tras apenas un par de funciones, su adaptación de la obra El rey se muere, de Eugene Ionesco, fue retirada de cartelera sin justificación, literalmente expulsando al elenco actoral de la sala Tito Junco del Centro Cultural Bertolt Brecht, en el capitalino barrio de El Vedado.

Con el cinismo que caracteriza a los comunistas desde Moscú hasta Nueva York, de todo esto sólo queda en la Cuba de Castro una críptica nota de “re-programación”, donde se notifica, como en un parte de guerra, que “en pos de lograr estadios más propositivos entre las obsesiones poéticas de nuestros creadores y la política cultural de la nación, el Consejo Nacional de las Artes Escénicas y el Centro de Teatro de La Habana deciden la suspensión de la obra El rey se muere, producción de Teatro El Ingenio.”

Por supuesto, en un país donde Fidel Castro es un nonagenario moribundo, entre deyecciones y delirios indistinguibles, el Estado le teme a las metáforas artísticas sobre personajes perversos que se petrifican en el poder y todo lo pudren desde su despotismo.

Ya a inicios de este año 2015, la obra teatral Cloaca del propio Juan Carlos Cremata, había provocado en Cuba ciertas críticas no artísticas sino políticas, debido a su carácter tragicómicamente contestatario. Pero, por suerte o por milagro materialista, Cloaca —una versión de la obra de María Goos— sí sobrevivió a sus censores y se mantuvo en escena hasta el final de su temporada de exhibición.

El miedo y la mediocridad del Ministerio de Cultura cubano, siempre intentando cremar las irreverencias de Cremata y de otros artistas iconoclastas, no son nuevos. En 2012, por ejemplo, su obra La hijastra —pieza original de Rogelio Orizondo— fue suspendida a pesar de que las salas permanecían abarrotadas. En aquella ocasión, el director denunció estos abusos mediante un correo electrónico que circuló de manera masiva: “La censura evoluciona también y adopta nuevas vías, tácticas o maneras de no dejar hacer. […] Alguien decía hace poco que la “doble moral” no existe: claro, lo que hay es precisamente ausencia de moral alguna.”

En esta ocasión, Juan Carlos Cremata reaccionó con mayor indignación por escrito: en nombre de un “nacional socialismo” se nos coarta, reprime, sanciona, amordaza, atropella y oculta. Eso es fascismo omnímodo. Puro. Absoluto e integral. Del mismo que quemaba libros y estigmatizaba razas, sexos, colores y hasta pensamientos o maneras de ser. Y es también apartheid. A la manera de decir de Fassbinder, “el miedo les devora el alma.”

Y en entrevistas concedidas a la prensa extranjera, clasificó sin tapujos esa decisión del Ministerio de Cultura “como un paso errático, medieval, fascista y muy desatinado en estos tiempos. Como un acápite más, en un capítulo cada vez más extenso de injusticias y sinrazones que se han cometido especialmente con la cultura y los artistas en este país.” Y también “como una declaración del abuso de poder, el absurdo y la ignominia. Pero, en definitiva, como una muestra más de la naturaleza de esos seres que amordazan, silencian, prohíben y entorpecen la evolución del pensamiento, y con ello la vida de una gran mayoría de personas en este país. Como un atropello a la libertad de expresión, a la creación artística y a los derechos más elementales del ser humano.”

Quien habla en Cuba es cadáver. Por eso, estas declaraciones del director —bajo el título de “Condenadnos, no importa: el arte nos absorberá”— fueron suficientes para que lo clasificaran como un apestado a perpetuidad, sobre todo porque Cremata se apropió de una cita sagrada de Fidel Castro en 1953, al ser juzgado por atacar militarmente un cuartel donde murieron muchos soldados inocentes: “Condenadme, no importa: la historia me absolverá.”

De manera que los funcionarios son ahora los que acusan al artista de causar “un conflicto ético-profesional con la Dirección del Centro de Teatro y el Consejo Nacional de las Artes Escénicas, quienes lo representan y patrocinan legalmente.” La élite burocrática culpa ahora al creador por sus “ataques desmedidos a estas instituciones a través de la prensa extranjera y las redes sociales,” de manera que pueden alegar “falta de confianza en el artista, todo lo cual descalifica sus propuestas como intereses institucionales.”

Léase, nunca más Juan Carlos Cremata podrá realizar un solo proyecto teatral o cinematográfico en la Cuba culturalmente castrada de Castro. Ahora la esperanza para Cremata es una cuestión biológica, como para todo un pueblo de no-personas así en la Isla como en el Exilio.

Léase, sólo el funeral del Fidel será fiesta que descorrerá el telón de nuestro absurdo teatro totalitario.

“Después de predicar tantos años el marxismo-leninismo parece ser que los custodios de la ortodoxia del silencio se han olvidado de las leyes de la dialéctica y por eso flotan en ese sumiso estancamiento donde la fe y la obediencia al inmovilismo parecen ser los altares de adoración al que nos convocan con sus anatemas condenatorios y excomuniones. Pues no, mi socio, protestemos”.
Un abrazo,
Enrique Colina,
cineasta cubano.

One Comment on "Cremata y el Crematorio Castrista"

  1. Diana November 17, 2015 at 7:41 pm ·

    ¿Nacional socialismo? ¿De veras se usó ese argumento?

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