On the Need for Censorship (Spanish Text)

by    /  February 3, 2014  / No comments

Fidel Castro Press Conference

Fidel Castro, Washington, D.C. 1959. Foto: Wikimedia Commons.

En Cuba, contrario a lo que pudiera pensarse, uno extraña la existencia de la censura. Y no es ironía, sino estrategia de liberación.

  1. ¿Vale la pena enfocarse en las imágenes y palabras escapadas de la última utopía viviente en la Tierra? ¿Es la Cuba de hoy un país contemporáneo u otro idilio idiotlógico en el desierto ladinoamericano? ¿Nostalgia post-Guerra Fría con culpa o complicidad del Primer Mundo? ¿Cabe confiar que una Rewwwolución en Red removerá al régimen retrovolucionario de 1959? Aspiro a provocar más dudas que certezas. Leer o no leer: he aquí la cuestión.
  2. Orlando Luis Pardo Lazo nació en La Habana de 1971, donde aún reside y resiste. Como bloguero independiente, es escritor y fotógrafo. Su más reciente libro de ficción se llama BORING HOME (Garamond, 2009). Desde 2010 es el editor el e-zine literario y de opinión VOCES.

En un país secuestrado por el despotismo de un partido único en el poder —el comunista—; donde desde el inicio de la Revolución la prensa es propiedad privada de una élite militar; en un contexto así ya no queda mucho más por hacer, y un primer paso que sorprendería hasta a las autoridades, sería exigir una censura pública en Cuba, hacerla visible en medio del secretismo de nuestra sociedad, reinstaurando la figura del funcionario que ejerce profesionalmente como censor.

Mi experiencia de escritor censurado en Cuba es fantasmagórica, no deja huellas ni será creíble para la próxima generación. Jamás un editor me enfrentó para censurarme una línea, ni me dio explicación ni constancia escrita de por qué se me expulsaba del campo literario cubano. Nadie firmó una orden de retirar mis libros de ningún catálogo editorial. En la práctica, mis denuncias al respecto fueron las de un autista más que las de un artista. Por eso mismo urge restaurar el rol de la censura en el castrismo, al menos mientras no podamos desmontar completo su aparato represor.

En la Isla no existe un solo Departamento de Censura. La prensa oficial —la única legal— no ha publicado ninguna crítica de fondo a la Revolución, pero tampoco hay a quién reclamarle semejante silencio intelectual. Ni siquiera hay normas burocráticas que definan qué se puede o no publicar. Y precisamente esta condición amorfa permite la máxima impunidad, pues entonces todos son los censores de todos, empezando por la auto-censura con que cada autor se humilla a sí mismo para evitar verse humillado por la institución.

Para llegar a la libertad de expresión en el totalitarismo, tal vez haya que empezar por introducir los mecanismos censores de la democracia. Después, la lucha sería reducir cívicamente al mínimo esos espacios de la censura, que hoy ocupan toda la atmósfera cubana y por eso mismo no nos dejan ni respirar.

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