Death at Their Heels (Spanish Text)
by Horacio Castellanos Moya / November 8, 2012 / No comments
He releído en estos días el libro Viaje a La Habana del escritor cubano Reinaldo Arenas (1943-1990). Se trata de tres relatos de ficción independientes, pero con una potencia que los hermana. Arenas no era un estilista, sino que siempre fue un escritor-volcán, alguien que escribía sin detenerse, con la compulsión de quien carece de sentido de futuro, en especial porque la policía y los carceleros cubanos se las ingeniaron para decomisar sus manuscritos cada vez que los tuvieron a mano.
- Corkscrew is focused on Latin American issues. Literature, journalism and politics are the main concerns of this column. A corkscrew is useful only if it opens a bottle, hopefully full of something that would enlighten our spirits, but we could also set loose a cruel Genie or a rotten wine. The author will follow this principle: look for topics that open debates, new perspectives, and controversy. Cheers!
- Horacio Castellanos Moya is a writer and a journalist from El Salvador. For two decades he worked as a journalist in Mexico, Guatemala, and his own country. He has published ten novels, five short story collections and two books of essays. He was granted residencies in a program supported by the Frankfurt International Book Fair (2004-2006) and at City of Asylum/Pittsburgh (2006-2008). In 2009, he was a guest researcher at the University of Tokyo. Currently he teaches at the University of Iowa.
Los dos últimos relatos de Viaje a La Habana, “Mona” y el que le da título al libro, fueron escritos cuando Arenas ya estaba enfermo de SIDA y sabía que sus días estaban contados. La prosa corre a una velocidad sorprendente, pero sin desbocarse, sin buscar atajos, sin digresiones; Arenas la cabalga como un consumado jinete.
Disfrutando de esa relectura, y recordando las dolorosas condiciones que padecía el autor mientras escribía esos textos, me pregunté hasta donde la certeza de la muerte inminente, el conocimiento del poco tiempo de vida que le queda y de la enfermedad que lo carcome, influye en la prosa del escritor. Todos sabemos que nos vamos a morir, claro está, pero como dice el refrán: “una cosa es verla en el horizonte remoto y otra cosa es tenerla enfrente”.
Tiene que haber un cambio violento en la disposición del ánimo, un sacudimiento en la forma de ver el mundo, una respiración distinta, un aliento con otro ritmo que se contagia a la prosa. La eficacia del lenguaje responde, más que a una estrategia narrativa, a una condición vital en la que aquello que sobra, que estorba, es eliminado de forma tajante en la mente del escritor. Cada minuto cuenta; y cada palabra y cada frase adquieren otra dimensión en la que ya no se puede permitir el lujo de ningún desperdicio.
Esa es la impresión que me produjo la relectura de Viaje a La Habana. Y es la que también me causó Antes que anochezca, aunque en este caso, por tratarse de unas memorias, es decir, de la imagen de sí mismo que quiere dejar ante el futuro, el escritor tiene menos libertad que en la ficción, y se ve obligado a explicarse, a justificarse, quizá hasta a mentirse a sí mismo y a sus lectores, con tal de hacer calzar sus recuerdos en la imagen de sí mismo que quiere proyectar.
A lo largo de la historia, ha habido sin duda varios grandes escritores que han trabajado en sus últimas obras con la muerte pisándoles los talones, algunas veces dejando esa obra inconclusa. Su prosa golpea al lector con tanta fuerza que lo subyuga, lo hipnotiza, quizá porque en las frases se concentra la desesperación del hombre tocado por la muerte, la intensa gestualidad de quien nos exige un último instante de atención. A boca de jarro se me vienen tres nombres: el Proust de En busca del tiempo perdido, el Bernhard de Extinción (aunque esta novela no quedara inconclusa) y el Bolaño de 2666. El lector acucioso enriquecerá con creces esta lista.