Con Fidel Castro, toda una época ha muerto

by    /  December 23, 2016  / No comments

An era died with Fidel Castro, writes Orlando Luis Pardo Lazo. Image via Wikimedia Commons.

Mi época ha muerto. Nuestra época ha muerto. Nos hemos quedado huérfanos de historia.

No le bastó a Fidel Castro con secuestrar la existencia del pueblo cubano, a lo largo de seis descomunales décadas. Ahora también, con su muerte real, irreversible, el Comandante en Jefe nos ha robado la sobrevida.

  1. ¿Vale la pena enfocarse en las imágenes y palabras escapadas de la última utopía viviente en la Tierra? ¿Es la Cuba de hoy un país contemporáneo u otro idilio idiotlógico en el desierto ladinoamericano? ¿Nostalgia post-Guerra Fría con culpa o complicidad del Primer Mundo? ¿Cabe confiar que una Rewwwolución en Red removerá al régimen retrovolucionario de 1959? Aspiro a provocar más dudas que certezas. Leer o no leer: he aquí la cuestión.
  2. Orlando Luis Pardo Lazo nació en La Habana de 1971, donde aún reside y resiste. Como bloguero independiente, es escritor y fotógrafo. Su más reciente libro de ficción se llama BORING HOME (Garamond, 2009). Desde 2010 es el editor el e-zine literario y de opinión VOCES.

Estamos desolados. Estoy desolado. Mientras más descorchamos botellas y nos damos abrazos entre desconocidos cubanos y nos decimos con un guiñito cómplice: “¡oye, El Barbatruco por fin ya se partió!”, más desconsolados estamos, más infantiles lucimos en nuestra euforia, más fatales en tanto no-ciudadanos condenados al tiempo precario de una no-nación a perpetuidad.

Son las consecuencias sentimentales del totalitarismo. Es el legado memorioso del castrismo. La neurosis del miedo al vacío, al futuro, a la libertad. El pánico a ser personas. Pánico a tener que ser ahora yo mismo de verdad.

Así, nos resistimos a la realidad de que los cubanos tornamos de pronto a estar solos en este mundo. Sin un Estado-Nación a la imagen y semejanza de un Hombre-Historia, mitad compañero y mitad criminal. Sin su narrativa megalómana y mentirosa, narcisista y despótica, improvisada y sabihonda: a la medida de nuestro querido Castro interior.

Ha muerto Fidel Castro un viernes último de noviembre. Nos ha muerto a nosotros en pleno otoño, una estación que no existe en Cuba.

Los cubanos que vendrán ya son otros. Ningún diccionario podría acercarnos ahora a ese lenguaje cargado de vacío, de futuro, de libertad.

Los cubanos que se van somos nosotros. No hay cómo retenernos en Cuba sin Fidel Castro.

Nadie en Cuba le ha dicho adiós todavía al dictador de nuestras vidas vividas en función suya. Supongo me toque a mí hacerlo ahora, después de tanto paternalismo de patria, tantos cadáveres inclasificables, tanta utopía hecha talco, tanta hipocresía que es una máscara de la ignorancia, y tanto odio que se nos ha puesto obsoleto de súbito. De susto.

Adiós, Fidel (nunca Castro). Adiós, época de nuestros padres y abuelos en los que, sin saberlo, hace mucho que nos habíamos convertido tú y yo. Adiós, niñez. Adiós, memoria. Adiós, amor.

Hagamos silencio en paz.

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