Santo Domingo de La Habana, capital cinematográfica de la República Dominicubana

by    /  March 31, 2015  / No comments

A mural in Havana. Parts of Santo Domingo will need to be transformed to resemble the capital of Cuba. Photo via Flickr user: Ed Yourdon.

La ciudad de Santo Domingo, aunque siga estando en una isla vecina del Mar Caribe, será durante varias semanas la capital de Cuba. Y así ha de ser porque uno de los libros más desgarradoramente vitales de la literatura cubana actual, El rey de La Habana de Pedro Juan Gutiérrez, se está filmando en la República Dominicana desde mediados de marzo.

  1. ¿Vale la pena enfocarse en las imágenes y palabras escapadas de la última utopía viviente en la Tierra? ¿Es la Cuba de hoy un país contemporáneo u otro idilio idiotlógico en el desierto ladinoamericano? ¿Nostalgia post-Guerra Fría con culpa o complicidad del Primer Mundo? ¿Cabe confiar que una Rewwwolución en Red removerá al régimen retrovolucionario de 1959? Aspiro a provocar más dudas que certezas. Leer o no leer: he aquí la cuestión.
  2. Orlando Luis Pardo Lazo nació en La Habana de 1971, donde aún reside y resiste. Como bloguero independiente, es escritor y fotógrafo. Su más reciente libro de ficción se llama BORING HOME (Garamond, 2009). Desde 2010 es el editor el e-zine literario y de opinión VOCES.

No hubo opción. Todo lo que sea vital queda censurado de antemano en la Isla de la Revolución. Ya lo dicen los eslóganes políticos del Máximo Líder: “patria o muerte”, “socialismo o muerte”, en una necrofilia sin fin desde el mismo 1ro de Enero de 1959.

El director de El rey de La Habana es el español Agustí Villaronga, quien no logró que el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC) le permitiera filmar esta novela donde en realidad ocurre: en el corazón criminal de Centro Habana.

Se trata de una coproducción entre Pandora Cinema, Tusitala de España y Esencia Films de República Dominicana, donde actúan Maykol David Tortolo, Yordanka Ariosa, Héctor Medina, Ileana Wilson, Chanel Terrero y Jazz Vila, entre otros actores cubanos e internacionales.

Pero nada ni nadie pudo convencer a las autoridades cubanas de que la ciudad no es propiedad privada del Partido Comunista y mucho menos de la familia Castro. De manera que ahora habrá que arruinar y “descapitalizar” a algunos barrios de Santo Domingo para que se parezcan un poquito a La Habana, a pesar de que la capital dominicana carece del esplendor de los años cincuenta y de ese malecón mítico que todavía es la última de las maravillas o acaso milagros habaneros.

El rey de La Habana cuenta la vida de Rei, adolescente demoniaco que escapa de una cárcel y se lanza a las calles cubanas durante los años más escatológicos del llamado “periodo especial en tiempos de paz”: un eufemismo de Fidel en los años noventa para no mencionar el término “estado de excepción”, que justo entonces fue incluido en nuestra Constitución para desplazar a la fuerza a la población hacia campos de concentración rurales, en caso de estallido social.

La Habana de Rei es, por supuesto, una tétrica tragedia de amor y animalidad. De semen y muerte. De placer y pudrición. De comedia y canibalismo. De ternura y totalitarismo. 100% realismo sucio social en pleno sistema sucialista….

Agustí Villaronga, el reconocido director del filme Pa Negre sobre la post-guerra en la Cataluña rural —con la que ganó nueve Premios Goya en 2010— tiene entre sus manos una materia prima de alta explosividad para asomarse a las memorias de un inframundo insular que, ni a los turistas europeos ni al Departamento de Estado norteamericano, les importa un bledo explorar (o acaso sólo la prefieran explotar).

Pedro Juan Gutiérrez vive en una azotea art-decó —¿art-deconstruida?— precisamente de Centro Habana. En Cuba le han publicado sólo sus libros más poéticos y menos perversos, pero nunca su canónica Trilogía Sucia de La Habana, traducida ya a 18 idiomas en el resto del mundo, para vergüenza de las editoriales nacionales, siempre tan cínicas a la hora de seleccionar con una lupa lo que el lector de la Isla debe y no debe leer.

Nada ni nadie, durante más de medio siglo de populismo tiránico en clave caribeña, ha convencido al Ministerio de Cultura cubano de que la cultura cubana no es propiedad privada de la élite uniformada en el poder: para colmo, hoy ya convertida en una gerontocracia que no lee ni irá nunca más al cine.

Tampoco nada ni nadie convencerá a la cómoda academia norteamericana de que el discreto encanto del castrismo para los cubanos implica un cadalso cerrado a cal y canto. Si El rey de La Habana de Agustí Villaronga llegara a ser nominada a los Premios Oscar —como su anterior película Pa Negre fue propuesta por la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España— entonces los cubanólogos Made in USA comprarán sus exquisitas entradas para aplaudir el horror de nuestra historia desde sus lunetas levógiras de Hollywood.

El rey de La Habana ha muerto. Viva el rey de Santo Domingo de La Habana.

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