Reglas Para la Debacle o Cuestión de Despotismo
by Orlando Luis Pardo Lazo / June 10, 2016 / No comments
A cada nueva generación de artistas, activistas, escritores y periodistas, la Cuba de Castro siempre les promete mayor espacio de participación. Ahora, con el acercamiento del castrismo a Estados Unidos y Europa en busca de créditos financieros, inversiones, y una imagen de legitimación para la dictadura más antigua del planeta, el régimen le ha prometido al pueblo cubano una democratización del debate, para que cada ciudadano por fin pueda participar en los destinos de nuestra nación.
Estos debates masivos, coordinados por las “organizaciones de base,” tienen carácter prácticamente obligatorio, y casi siempre ocurren antes o después de los congresos del único partido legal en Cuba. En el 2016 será así.
- ¿Vale la pena enfocarse en las imágenes y palabras escapadas de la última utopía viviente en la Tierra? ¿Es la Cuba de hoy un país contemporáneo u otro idilio idiotlógico en el desierto ladinoamericano? ¿Nostalgia post-Guerra Fría con culpa o complicidad del Primer Mundo? ¿Cabe confiar que una Rewwwolución en Red removerá al régimen retrovolucionario de 1959? Aspiro a provocar más dudas que certezas. Leer o no leer: he aquí la cuestión.
- Orlando Luis Pardo Lazo nació en La Habana de 1971, donde aún reside y resiste. Como bloguero independiente, es escritor y fotógrafo. Su más reciente libro de ficción se llama BORING HOME (Garamond, 2009). Desde 2010 es el editor el e-zine literario y de opinión VOCES.
Apenas concluido en abril el 7mo Congreso del Partido Comunista de Cuba, el periódico Granma, órgano oficial de dicho partido—toda la prensa cubana que no es estatal, es ilegal—ha hecho públicas las “reglas para el debate o cuestión de principios”, en un artículo de Rafael Cruz Ramos.
Más que de una editorial, se trata de una especie de edicto despótico, del que la prensa internacional se ha hecho eco, pero que al cubano de a pie le importa muy poco, pues sabemos de antemano de lo que se trata: de otra tétrica treta totalitaria, de un trabalenguas para comprar tiempo, y así garantizar en el 2018 la sucesión dinástica a los Castros de segunda y tercera generación.
El texto habla por sí solo. Se trata de “una guerra por el poder,” la de los principios “del socialismo contra los del capitalismo.”
El carácter incuestionable del sistema unipartidista en Cuba, con toda la carga de censura intelectual y exclusión ciudadana que esto implica, ha de imponérsele por la fuerza a la Isla a perpetuidad. Lo mismo que al Exilio, que continúa siendo víctima de un apartheid migratorio atroz, al no poder residir permanentemente en su propia patria, ni ejercer sus derechos elementales allí.
Pero el cinismo del periodista a sueldo de Granma aún nos regala dos joyas. La élite comunista define dos “reglas para el debate” que no se podrán debatir.
Primera regla para el debate: Como dijo el general Raúl Castro durante el congreso de los comunistas cubanos, no está en debate “el carácter irrevocable del sistema político y social refrendado en la actual Constitución, que incluye el papel dirigente del Partido Comunista de Cuba en nuestra sociedad.”
Cruz Ramos dictamina que aquel que se pregunte “¿y por qué no al capitalismo?” es “inocente o es ladino.” Nada ni nadie podrá “destruir el sistema socialista en construcción, y reponer el arcaico y desgastado sistema capitalista.” Lo que no se cuestiona Cruz Ramos es que tal vez el pueblo cubano prefiera deconstruir el desgastado sistema socialista en decadencia y crear un modelo eficiente de mercado libre con las libertades fundamentales garantizadas.
Segunda regla para el debate: No se debate “con quien venga financiado, respaldado, apoyado, por el dinero anticubano terrorista de Miami o de cualquier otra nación, incluidas las de la vieja Europa,” porque eso sería “lo mismo que asesinar cada mañana al Che, volar nuevamente La Coubre, matar a los maestros y alfabetizadores, y hacer desaparecer en el aire cada día al avión de Barbados. De nada vale que nos acusen de intolerantes, atrincherados en el pasado y cualquier otro piropo similar. Hay demasiada sangre derramada, demasiadas lágrimas, demasiado dolor, como para olvidar.”
O sea, el pasado es el futuro. Y hoy es siempre todavía, por los Castros de los Castros hasta el fin de la eternidad. Adiós a cualquier intento de reconciliación. Para no mencionar el detalle de que cientos o miles de activistas y artistas críticos en Cuba llevan años obligados a depender del extranjero para sobrevivir, pues no tienen ninguna vida económica en su propio país, ya que la censura no les permite comentar, exponer ni comercializar sus obras dentro de la Isla.
Con un toque de apocalipsis―apocubalipsis―Cruz Ramos nos describe la debacle de su violenta visión: “viejos sin protección social, estudiantes endeudados, maestros cesantes, muchachos recién nacidos morirse como moscas, bienes liquidados, policías antimotines entrenándose en torturar, partidos y políticos que se turnen en el poder para ser más de lo mismo, pandillas de jóvenes que se matan entre sí, senadores con cuentas en paraísos fiscales, traficantes de drogas pagados con el presupuesto del Estado, señoritas de sociedad, propaganda comercial, bailes en los liceos”.
En fin, que Cuba en democracia no tiene más opción que convertirse en otra carroñita latinoamericana: de ídolos a indios. En libertad, los cubanos perderíamos el aura revolucionaria que nos hace una raza excepcional, única, y sin contaminación en la historia universal más que continental: fascismo Made in Fidel. En libertad, el monólogo de Cruz Ramos sería impensable y Granma debería publicar alguna Carta al Editor criticándolo.
Pero eso es mucho pedir. Un pueblo 100% alfabetizado por el Estado no debe esperar que ese Estado le conceda el lujo de la libertad de leer.