Goodbye Baseball? (Spanish Text)
by Orlando Luis Pardo Lazo / June 24, 2013 / No comments
La Series Nacionales de beisbol amateur eran las “joyas de la corona” de ese sistema llamado la Revolución cubana.
La asistencia a los estadios se hizo gratuita por Ley y, en correspondencia, durante décadas ningún aficionado se apropiaba de las pelotas que caían al público. Se eliminó la propaganda comercial, fuera física o mediática, y se reemplazó por los slogans políticos de turno. Los salarios de jugadores y árbitros se redujeron al de simple proletarios, aunque siempre con privilegios en comparación con el cubano de “a pie” (se regalaban autos soviéticos a las estrellas, así como estancias en los hoteles exclusivos de la Nomeklatura y el turismo internacional).
A la vuelta de un nuevo siglo y milenio, según se aliviaba la atroz crisis económica de los años 90´s, las Series Nacionales perdían su lustre. No pocos deportistas desertaron del equipo Cuba en cada certamen en el extranjero. Los estadios eran fuentes de contrabandos y disturbios, con menos asistencia y un redoblado clima policial. Además, empezaron a cobrar la entrada. Y la gente decidió quedarse con las pelotas. Ojo por ojo: el pacto social se había roto a nivel simbólico.
Ahora, el Instituto Nacional de Deportes, Educación Física y Recreación (INDER) acaba de autorizar a Michel Enríquez (34 años) para jugar en un equipo de la Liga Mexicana, siendo el primer pelotero de la Isla en activo que es contratado por un club profesional: Los Piratas de Campeche. Las excepciones anteriores siempre han sido después del retiro oficial de los atletas.
Muy poco podría quedar en breve de aquel primer campeonato de 1960, con los restos del profesionalismo aún vigente en Cuba, cuando un capitán del Ejército Rebelde (Felipe Guerra Matos) lo organizó con la misma lógica de un campamento de milicianos voluntarios. Ahora, si por fin las reformas raulistas le dan luz verde a la avalancha del deporte rentado, nuestro mejor evento deportivo bien podría convertirse en una Liga de Desarrollo de cuarta categoría.
Vivir para ver.